Alta sensibilidad

Descubriendo la alta sensibilidad…

Descubrí la alta sensibilidad hace unos cinco años y ¡qué pena no haberlo hecho antes!

Fue al buscar información sobre las «peculiaridades» que estaba mostrando mi hija y que no era capaz de gestionar de forma adecuada (o no tan adecuada como yo pensaba).

Los niños que tienen alta sensibilidad tienen ciertas características que pueden ser llamativas vistas «desde fuera»: llantos más a menudo «de lo normal» (maldita categoría esta de ser/no ser normal), emocionalidad a flor de piel, dificultades en las reuniones con mucha gente, problemas para la interacción con desconocidos (incluso a veces con conocidos), reacciones exageradas ante estimulaciones fuertes (ruidos, luces, temperaturas…).

Descubrí que exponer a mi niña de dos años a una fiesta de cumpleaños en un chiquipark estaba representando para ella, ni más ni menos, que una auténtica tortura. Y yo no podía entender nada: a mi me parecía que estaba exagerando y que tenía que acostumbrarse.

Buscando ayuda

Buscando en «san google» encontré la web de Karina Zegers de Bejil, que hablaba sobre la alta sensibilidad y niños altamente sensibles y descubrí que los astros se habían alineado porque ella vivía también en Mallorca. El siguiente paso estaba claro: ir a verla.

Karina me ayudó a entender qué tipo de ayuda podía ofrecerle a mi hija. Hasta ese momento, mis conocimientos sobre psicología me decían que si a ella le daban miedo ciertas cosas, tenía que «exponerla» a ellas, de forma gradual pero a la vista estaba que ese método no estaba funcionando.

Karina me dijo algo que lo cambió todo: «ellos tienen que sentir que este mundo es un lugar seguro». Desde entonces, es una de las máximas que procuro utilizar.

Educando a niños altamente sensibles

Cada niño altamente sensible es un mundo, con su personalidad, sus características propias, sus preferencias y gustos, etc. La alta sensibilidad no es más que una característica más de su forma de ser, sólo que al ser niños quizá es más «llamativa» que de adultos. Nosotros aprendemos a «controlarlo» o tratar de hacerlo menos visible, aunque esa no es la mejor forma de vivir la alta sensibilidad.

En nuestro caso, aprendimos sobre la gestión emocional y los buenos frutos que nos daba. Enseñarles a poner nombre a sus emociones, identificarlas y saber gestionarlos ha sido la mejor de las respuestas que hemos encontrado. También enseñarles a hablar las cosas, a poner palabras que el otro pueda entender, a pedir, a decir que no… Para los miedos se ha hecho necesaria la progresiva y muy gradual exposición a ellos pero siempre «de nuestra mano» (al principio física y más tarde metafórica). Hemos dejado los saltos al vacío para cuando estén preparados y quieran.

Está claro que cuando yo cambié, ella también lo hizo. De hecho, todo cambió.

Mi propia sensibilidad

Lo más gracioso cuando uno descubre que su hijo es altamente sensible es que, a su vez, descubres tu propia sensibilidad. Exista una gran probabilidad, a nivel genético, de que si tu hijo es altamente sensible uno de los progenitores también lo sea.

En general, huyo de las etiquetas por lo que quizá me está costando algo más de la cuenta asumir que, en realidad, ya es de esta forma.

Seguramente, bastantes de las cosas que viví hace tiempo y cómo las viví tienen su respuesta en esa alta sensibilidad. Tener una explicación es gratificante y te da mucha paz, siempre que eso no se convierta en una «excusa» a la que aferrarse.

Si eres altamente sensible y tienes dudas, puedes ponerte en contacto con la asociación o conmigo, para que te puedan/podamos orientar de forma adecuada.