Salir del armario espiritual

Hace un tiempo alguien me dijo que tenía que salir del armario espiritual. La expresión me hizo muchísima gracia, porque nunca la había escuchado ni se me hubiese ocurrido que podía encajar en cuanto a la espiritualidad pero la entendí, de inmediato, y supe que tenía razón.

Hace unos años que mi vida ha ido cambiando progresivamente y me he ido interesando cada vez más por temas de consciencia, despertar y espiritualidad. Cuanto más iba indagando, más me interesaba. Sin embargo, mi formación como psicóloga desde la vertiente más científica ha hecho que haya sentido la necesidad de dejar en el ámbito más privado y personal todo lo que he ido aprendiendo.

Sin embargo, el mundo avanza y la psicología (aunque despacio) también lo está haciendo. Muchas de las cosas que aprendí en la carrera (no hace tantos años, ¡oye!) están obsoletas: hoy en día están en auge las terapias de tercera generación, entre las que se incluye el mindfulness, la terapia estratégica breve, etc. Hablar del ego y el ser deja de sonarnos a chino y nos abrimos a la posibilidad de que nos resulte útil, así como el concepto de niño interior, o la meditación como herramienta de interiorización. Aunque os invito a indagar e investigar en ellas, no pretendo aburriros porque este post no va sobre eso, sino sobre la necesidad de expresar de forma abierta al mundo nuestros propios intereses e inquietudes.

Así que me he propuesto salir del armario espiritual y empezar a compartir todas esas inquietudes con vosotros a través de este blog y a través de la página de Facebook e Instagram de Psicología consciente. Me gustará profundizar sobre algunos temas que conozco y sobre aquellos que desconozco lo haré acompañada de profesionales expertos en el tema que nos pueden ayudar a entender. Algunos de ellos sobre psicología transpersonal, desarrollo y crecimiento personal, despertar espiritual, consciencia, terapias y técnicas novedosas, visualizaciones, meditación…

Creo que es necesario que los profesionales de la salud empecemos a abrir nuestras miras y a ver más allá de lo que aprendimos. Sin perder la capacidad personal de juicio crítico, sin creerse nada a pies juntillas sino estudiando y comprobando aquello que nos puede ser útil (y lo que no) pero siempre con una actitud muy propia del mindfulness, de respeto total, compasión y ausencia de juicio. Al final, lo que pretendemos todos es ser un poco más felices cada día y, como profesionales, ofrecer lo mejor de nosotros en nuestro trabajo.

Si queréis contactar conmigo, podéis hacer en el correo [email protected] o [email protected].

¡Muchas gracias por acompañarme en este nuevo recorrido!

Recibid un fuerte abrazo,

Magdalena