El estrés es una de las enfermedades más comunes del S. XXI.
¿Quién no se siente estresado? El trabajo, la familia, compromisos, las exigencias y obligaciones cada vez mayores, el tiempo que se requiere para hacer lo que uno necesita (y eso sin contar el tiempo para aquello que se desea hacer).
El estrés, como otras emociones de las que hemos hablado, puede ser adaptativo o positivo cuando nos prepara para actuar en una determinada situación que requiere de toda nuestra atención. El problema es cuando se alarga demasiado en el tiempo o cuando parece ocuparlo todo. Si sentimos que el estrés nos está generando malestar en muchos ámbitos de nuestra vida y, de repente, parece que es quién lo controla todo, y no nosotros, conviene hacer un alto en el camino y buscar algún tipo de ayuda que pueda guiarnos para encontrar soluciones a ello.
Como decíamos, todos tenemos infinitas obligaciones hoy en día. No sólo las laborales, que suelen ser muchas y muy estresantes, sino también las familiares, sociales, de pareja, personales... Porque tenemos la presión de necesitar ser buenos (y a veces "los mejores") en todo aquello que hacemos: tener el mejor trabajo, muchísimos amigos y muchísimas actividades, una relación de pareja perfecta, mantener los compromisos familiares, estar en forma acudiendo al gimnasio cada día, comer de forma saludable... Y eso no se queda ahí, nuestros hijos (si los tenemos) también tienen que ser muy buenos en todo por lo que nos vemos obligados a dedicar infinita energía en actividades para que así sea (como el exceso de extraescolares, por ejemplo). La presión por ser perfectos puede acabar generándonos ese estrés permanente del que hablábamos. En el otro lado se presenta la culpa, que aparece cuando no podemos mantener ese ritmo que deseamos o hay algo que pensamos que deberíamos estar haciendo y no podemos. A veces la culpa aparece tanto si hacemos algo como si no lo hacemos. El ejemplo más claro es cuando estamos trabajando pensar que deberíamos estar con nuestros hijos y cuando estamos con ellos pensar que deberíamos estar trabajando. Puede parecer una locura, pero es lo que nos está sucediendo. La culpa se apodera de nosotros. Y no podemos permitir que ni el estrés ni la culpa sean los protagonistas de nuestra vida.
Se puede trabajar en consulta para que eso no sea así, para aprender hábitos y formas de vida más adecuadas y más sanas que las que llevamos, aprender a priorizar y restar importancia a aspectos que quizá no la tienen, darle la vuelta a los pensamientos negativos, y un sinfín de cosas que harán que nos sintamos mucho mejor y, sobre todo, más libres.
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