La ansiedad y sus manifestaciones es uno de los síntomas que más habituales en consulta. El motivo es porque muchas circunstancias de nuestra vida nos generan ansiedad y si no aprendemos a gestionarla de forma adecuada, se nos seguirán repitiendo los mismos síntomas, e incluso otros.
Al principio, cuando uno no reconoce la ansiedad como tal, puede asustarse. Sin embargo, una vez identificada, es más fácil reconocerla. La ansiedad puede tener muchas formas, físicas o no. Algunas de las más habituales pueden ser: sensación de nudo en el estómago, fatiga, temblores, irritabilidad o inquietud, mareos, sudoración pensamientos negativos recurrentes, etc.
Se trata de una emoción que puede surgir de forma natural durante o tras ciertos acontecimientos que nos ponen nerviosos y que, en ocasiones, puede resultar hasta productiva (ciertos trabajos que requieran una elevada atención, un examen, etc). En aquellos casos en que la ansiedad aparece en muchas ocasiones, en situaciones que a priori no deberían generarnos esa tensión, o con una intensidad especialmente elevada es cuando podemos empezar a hablar de que existe un problema.
En consulta, trabajamos la ansiedad facilitando herramientas a nuestros pacientes que ellos pueden utilizar en su día a día para ir reduciendo paulatinamente la sintomatología ansiosa hasta el punto de que esta ya no tenga cabida en sus vidas.
El DSM-IV TR. , uno de los manuales de referencia en relación a los diagnósticos, engloba como trastornos de ansiedad los siguientes trastornos: trastorno de angustia con o sin agorafobia, fobia específica, fobia social, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno por estrés postraumático, trastorno por estrés agudo, trastorno de ansiedad generalizada, entre otros.
Los criterios con los cuales un profesional puede diagnosticar un trastorno de ansiedad generalizada son los siguientes: "Ansiedad y preocupación excesivas (expectación aprensiva) sobre una amplia gama de acontecimientos o actividades (como el rendimiento laboral o escolar), prolongado por más de seis meses, donde al individuo le cuesta controlar el estado de preocupación y abarca al menos tres de los siguientes síntomas: inquietud o impaciencia, fatigabilidad fácil, dificultad para concentrarse o tener la mente en blanco, irritabilidad, tensión muscular y alteraciones del sueño". Asimismo, no debe poder explicarse mejor por otro trastorno, ni estar inducido por ninguna sustancia o enfermedad y genera en la persona un malestar significativo o importante deterioro en alguna de las áreas de la vida.
Cuando la ansiedad llega a su punto más elevado, pueden aparecer crisis de ansiedad, también llamados ataques de pánico. Se trata de la ansiedad en su máximo apogeo y se caracterizan por la aparición temporal y aislada de miedo o malestar intensos, que se inicia de forma brusca y alcanza su máxima expresión los primeros diez minutos. Durante estas crisis, puede aparecer sintomatología como: palpitaciones o sacudidas en el corazón, sudoración, temblores o sacudidas, sensación de ahogo o falta de aliento, sensación de atragantarse, opresión o malestar torácico, náuseas o malestar abdominal , inestabilidad o mareos, miedo a perder el control o a morir, etc.
Así, la ansiedad puede tomar muchas formas y en muchos grados de intensidad. Una persona puede sufrir ansiedad en un momento puntual de su vida por las circunstancias que le rodean y puede superarlo sin necesidad de recurrir a un psicólogo pero cuando la intensidad y la duración de la presencia de ansiedad es cada vez mayor, se recomienda consultar y buscar ayuda profesional.
Como comentábamos antes, el psicólogo se encargará de ofrecer las herramientas suficientes para enseñarle a la persona a gestionar la aparición de la ansiedad, así como solucionar aquellos posibles problemas que la estén provocando.
Recuerda que el diagnóstico siempre debe hacerlo un profesional formado para ello.
La depresión es otro de los motivos de consulta más usuales. La mayoría de veces el paciente puede presentar síntomas de ansiedad y depresión a la vez, puesto que suelen darse con frecuencia en el mismo momento temporal. La depresión se caracteriza por sentimientos de tristeza y desilusión, con o sin motivo, y suele acompañarse de dificultades para concentrarse y conciliar el sueño, problemas para disfrutar de las cosas que antes sí se disfrutaban, etc y que se alargan en el tiempo.
Concretamente, según en DSM-IV TR, para que un profesional pueda diagnosticar un episodio depresivo mayor tienen que cumplirse los siguientes criterios: durante al menos dos semanas destacando o el estado de ánimo depresivo o la pérdida de interés o capacidad para el placer, la presencia de cinco o más de los siguientes síntomas: 1. estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, 2. disminución importante de la capacidad para el placer o del interés en casi todas las actividades, 3. pérdida o aumento importante de peso, 4. insomnio o hipersomnia, 5. agitación o enlentecimiento motor, 6. fatiga o pérdida de energía, 7. sentimientos de inutilidad y culpa excesivos o inapropiados, 8. disminución de la capacidad para pensar o concentrarse o indecisión, 9. pensamientos recurrentes de muerte o ideación o tentativa de suicidio. Asimismo, estos síntomas no pueden explicarse mejor por otro trastorno ni enfermedad o consumo de sustancias y generan un malestar significativo en la vida de la persona.
Puede haber un motivo que ha desencadenado el estado deprimido, como un duelo, o aparecer de repente sin que sepamos identificar a qué se debe. Existen diferentes factores que pueden influir en la aparición de un episodio depresivo, que podemos conocer o no.
Respecto a la conducta del paciente deprimido, podemos destacar: llanto constante, aislamiento, desinterés y descuido por las cosas (dejar de ocuparse como antes), etc. En relación a la parte emocional, aparecerán las siguientes emociones: tristeza, pena, culpabilidad, rabia, frustración, indiferencia, cambios de humor y desesperanza. Los pensamientos estarán acorde con la parte emocional y seguramente aparecerán muchos pensamientos recurrentes y negativos que podremos trabajar en la terapia. Respecto a la sintomatología física destacará el cansancio de la persona, la falta de ganas y de energía para hacer cosas, los problemas para dormir o la necesidad de dormir más horas, la pérdida de apetito sexual, etc.
El trabajo en consulta consiste en guiar al paciente para que sea capaz de reducir el estado de ánimo deprimido y ansioso, trabajar los pensamientos negativos y las distorsiones cognitivas, recuperar las ganas de hacer cosas y la capacidad para disfrutarlas, identificar por qué nos sentimos así y buscar soluciones, empezar a salir y buscar actividades gratificantes, mejorar la autoestima, aprender a vivir "aquí y ahora", etc.
En definitiva, lo importante es dotar a la persona de las habilidades suficientes para que sea consciente de cuál es la problemática real y qué soluciones tiene para aplicar en su día a día y mejorar.
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