Tenedme paciencia.
No soy una persona que se haya querido mucho a sí misma. Ni siquiera que se haya querido un poco. Eso ha llegado los últimos años y todavía estoy aprendiendo.
Como muchos libré una ardua batalla contra mí misma creyendo que era mi propio enemigo y me odié con todas mis fuerzas. Hasta escribirlo es doloroso.
Mi cuerpo fue, durante un tiempo infinito, mi saco de boxeo, contra el que atacaba cuando no me sentía feliz.
Y pasaron los años hasta que me di cuenta de que en algún momento iba a tener que hacer las paces conmigo misma y resarcirme.
Así fue como decidí que empezaría a quererme y cuidarme. No fue de la noche a la mañana sino fruto de un proceso de un profundo trabajo interior.
Han pasado muchos años y muchas cosas desde entonces.
Todavía me cuesta… Mi cuerpo y yo nos hemos hecho bastante amigos desde entonces pero hay días en que necesito recordarme que somos aliados.
Ahora me tengo bastante respeto y trato de no ponerme en duda, de no menospreciarme. Algunas veces me digo a mi misma que lo he hecho bien y prácticamente siempre me siento satisfecha y feliz.
Ahora sé que quererse es lo natural, lo instintivo, lo que debería ser desde nuestra esencia y que el resto ha sido una construcción (o más bien destrucción).
Ahora sé lo importante que es que nuestros hijos se quieran desde ya, tal y como son porque son maravillosos y que esa es la única y verdadera manera de ser feliz.
¿Tú te has querido desde siempre?
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