Hay personas que aprendieron a mostrarse a sí mismas desde la frialdad. Hay otras que son más dulces pero se pueden volver frías en un instante, sin conocer el motivo. Vamos a ver cómo podemos trabajarlo:
– Trata de conectar con tu niña interior. Puedes hacer una meditación, guiada o no, con o sin visualización. Haz lo que te haga sentir más cómoda. Cuando sientas ese estado de conexión pide poder conectar con tu niña y déjate llevar por el momento sin expectativas. No tiene por qué suceder nada muy diferente, quizá te llegue alguna emoción, un recuerdo, una imagen… Tal vez necesites más tiempo para conectar. Pregúntate: ¿cómo está en este momento mi niña? Practica. El niño y sus heridas tienen mucho que ver con la frialdad.
– Cuando percibas que estás siendo frío o fría y no te guste, pregúntate, ¿qué necesito en este momento? ¿Qué me podría ayudar? Tal vez necesites distancia, o tiempo, o unas palabras de ánimo, un poco de autocompasión o incluso un abrazo. Analiza qué necesidad hay detrás de esa frialdad. Y date lo que necesitas.
– Pon consciencia en tus respuestas y fíjate en cuando, dónde y con quién te sientes frío y fría y no te gusta. Mira (y anota si puede ser) con quién estás, qué ha pasado… Tal vez encuentres un mismo patrón (siempre frente a alguien o en una situación concreta). Si es general y lo deseas, es hora de dar un paso adelante y salir del confort. Trata de empezar con aquellas personas más cercanas a ti, teniendo una muestra de afecto diferente a la que tendrías. Quizá puedes dejar escapar ‘un abrazo’ en un mensaje o hacer una caricia. Lo importante es que suponga dar un paso hacia el afecto respecto a lo que normalmente harías. Analiza qué sucede cuando lo haces, qué pasa en el otro y qué pasa en ti.
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