Y tú eres luz, ¡desde luego que lo eres!
No hace falta que disimules porque estás ahí, como campanilla brillando sin fin.
Veamos tres consejos de espiritualidad práctica para trabajar nuestra luz:
– Nuestra luz equivale al amor incondicional que sentimos y profesamos. Vibramos en función de dicho amor, por lo que cuanto más amor seas, más luz eres y más alto vibras. Es como aquello de tener un pensamiento alegre para poder volar. Algo así. Cierra tus ojos y crea tu pensamiento alegre. Imagina que eres Peter Pan y necesitas crear esa imagen mental de un momento en que fuiste realmente feliz. Siéntelo de nuevo, puedes conectarte con esa parte de ti otra vez. ¿Puedes sentirlo? A partir de ahora, ese será tu pensamiento alegre y te conectará con tu luz interior.
– Incluso nuestros días más sombríos tienen algo de luz, si eres capaz de ver con atención. Además de cosas que son luz (puede ser un rato de sol, un paseo, un buen libro, una sonrisa…) también hay en nuestro entorno personas que son luz. ¿Qué te parece si le envías un mensajito a esa persona especial para recordarle que es tu luz?
– Visualicemos ahora una bola de luz frente a nosotros. Más o menos del tamaño de una pelota de fútbol. Si la tienes trata de sentirla entre tus manos, juega con esa sensación que se irá generando entre tus dedos. Si te concentras y mantienes la visualización podrás sentir esa energía en las palmas y los dedos. Puede que sientas algo de temperatura o alguna textura diferente. Sin expectativas, déjate sentir. Después de jugar un rato con tu bola de luz. Imagina que la llevas de los pies a la cabeza, muy despacio y que cada zona de tu cuerpo por la que pasa, se ilumina y se llena de luz y, a su vez, de un amor muy profundo.
¿Qué es para ti esa luz interior?
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