Arrastramos culpas infinitas por aquellas cosas que hicimos, por las que no hicimos, por lo que debimos hacer, por lo que se suponía que no deberíamos haber hecho… Y así un largo etcétera.
Como pasamos más tiempo en el pasado y en el futuro que en el presente, nos machacamos mucho y nos resulta fácil engancharnos a la cadena de pensamientos que nos arrastra.
Veo gente lamentarse y castigarse sin medida. Me veo a mí haciéndolo. ¿Merecemos esto? ¿Ganamos algo haciéndolo?
La culpa, si no ayuda a resarcirse, es bastante inútil en sí misma. Si te equivocas a lo grande, trata de ponerle remedio cuanto antes porque después arrastrarás aquello que hiciste durante mucho tiempo (a veces, para siempre).
Si necesitas perdonarte a ti mismo y no sabes por dónde tirar, puedes tratar de escribir una carta. Se trata de un acto simbólico, no hace falta que tenga un remitente concreto. En ella puedes escribir todo aquello por lo que sientes culpa, explicarlo, soltarlo todo en el papel y allí mismo puedes pedir perdón, perdonar y perdonarte por todo el sufrimiento generado. Para terminar, solicita que todo lo negativo sea convertido en amor incondicional y da las gracias.
Puedes leer la carta en voz alta y luego quemarla (con infinito cuidado) y colocar las cenizas bajo algún árbol bonito.
Parte de la culpa se liberará durante el proceso y podrás seguir sanando y perdonándote.
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