La confianza es básica en nuestra vida como seres humanos y ahí podríamos incluir la autoconfianza, la confianza en los demás y la confianza en la vida. Veamos cómo trabajar cada una de ellas:
– Empezaremos con uno mismo, la autoconfianza: piensa en una cosa que hayas hecho esta semana de la cual te sientas orgulloso y refuérzate. La autoconfianza nos permite sabernos capaces y sentir que nosotros podemos lograr lo que deseamos. En este sentido, las autoinstrucciones y hablar con nosotros mismos pueden ayudarnos a mejorar nuestra propia confianza. Decirnos, paso a paso lo que tenemos que ir haciendo si algo nos resulta difícil, aumentará la probabilidad de éxito. Si, además, nos vamos autoreforzando con los logros y siendo amorosos y compasivos, todavía nos irá mejor.
– Confiar en los demás…¡Cómo nos cuesta! Sentimos que al abrirnos y permitirnos ser transparentes, estamos dando licencia al resto para herirnos. Lo que no vemos es que el hecho de no ser nosotros mismos es, en sí, una manera de hacernos daño. ¿Te permites ser tú misma? Descubre que tu pre-ocupación a que te hagan daño es sólo eso, algo que todavía no ha sucedido y a lo que te estás anticipando. ¿Recuerdas aquellos millones de pensamientos sobre situaciones que tuviste y no se produjeron? Empieza a arriesgarte y evalúa, ¿qué sería lo peor que podría suceder? Es momento de abrirse…
– Confiar en la vida sería el siguiente nivel, trabajar la creencia de que el universo tiene lo mejor para ti preparado en cada momento y la idea de que todo es perfecto tal y como es. Esto me ha llevado años pero me ha traído tanta paz… En este sentido, tomaré prestado un ejercicio del maravilloso Emilio Carrillo que nos sugiere que miremos por la noche el cielo estrellado e imaginemos el sin fin de galaxias y universos que coexisten a la vez. Imagina cada planeta con su particularidad moviéndose como corresponde en un orden meticuloso y perfecto. Eres una infimísima parte de todo este entramado maravilloso que es la vida. Di en voz alta: ‘esto que me ha pasado es injusto’. Al pronunciarlo te darás cuenta de que no puede haber nada más ridículo que lo que acabas de decir. La vida, así, es como tiene que ser.
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