La terapia del silencio

¿Os dais cuenta de cuánta falta os hace el silencio?

Tal vez es una pregunta que no os hagan muy a menudo, pero pensadlo un segundo (si es en silencio mucho mejor).

El otro día leí un artículo que decía que para aumentar nuestro bienestar y nuestra salud, en niveles cerebral y cardiovascular, necesitaríamos dos horas de silencio al día… ¡DOS HORAS! Imagino vuestra cara de congoja… ¡Imposible! Sólo viable si uno decide quitarle horas al sueño (no más, por favor).

Me gustaría que os pararais un segundo a escuchar a vuestro alrededor. Ahora mismo, sí, estéis donde estéis. Parad de leer y escuchad todo lo que hay a vuestro entorno. Quizá la voz de alguien que pasa por delante, el sonido de un teléfono, las obras del vecino, los coches pasar (y pitar), gritos a lo lejos… Creo que no somos conscientes de cuánto nos puede afectar toda esa contaminación acústica, a nuestra serenidad del día a día, a nuestra paz.

En mi caso me cuesta ser consciente de esa necesidad y lo soy, sobre todo, cuando llevo un rato en puro modo off, trabajando o lo que sea, escuchando y oyendo «nada». Silencio total.

Mi mejor y peor momento: el cole

Por esta alta sensibilidad que me caracteriza, el peor y mejor momento del día es cuando voy a recoger a los niños al colegio. Mejor por el reencuentro, verlos de nuevo, el abrazo y el «me lo he pasado muy bien, voy a contarte qué he hecho», las miradas, el saber que pasaremos la tarde juntos… La peor parte es la cantidad de ruido en el que nos vemos inmersos durante ese ratito de nada, los gritos, los llantos, los tirones, el «vamos corriendo», querer hacer caso a todo y a todos…

Me agota, lo confieso.

La realidad es que hasta que no llego al coche, cierro las puertas y me puedo concentrar de verdad es los peques no vuelvo a ser yo misma. Silencio, por fin. Silencio relativo, por supuesto!

En esos momentos me ayuda tratar de centrarme en cosas muy concretas, en los pasos que voy dando, en el aquí y ahora, para no dispersarme con facilidad. Y tratar de no correr, que eso sólo añade tensión y malas caras al momento que tiene que ser para disfrutar.

¿A alguien le pasa igual? Me temo que es una característica de la alta sensibilidad y si os sentís identificados seguramente tenga mucho que ver con ello. Somos PAS (personas altamente sensibles) con lo bueno y lo malo que eso implica.


Me ayuda…

Agradezco mucho los momentos de silencio y, confieso, muchas veces me escapo del mundo para encontrarlo. Me basta con un par de minutos, si no se puede más. Quizá un encierro en el baño, pestillo echado, y sentarse en el suelo a no pensar. También trato de dedicarle formalmente algunos minutos antes de dormir, pero todavía no he conseguido convertirlo en un hábito. Respira profundamente…

Algunas ideas:

– Procura escucharte a ti mismo y ver cuándo necesitas escapar.

– Si vas en el coche no tienes por qué encender siempre la radio. Tal vez hoy no te apetece realmente escuchar nada.

– Si tienes un rato de camino andando hacia algún sitio, aprovecha esos minutos para respirar y centrarte en ti mismo. Aunque no hay silencio real a tu alrededor, quizá puedes crearlo tú mismo.

– Encierros en el baño, por supuesto, el único lugar donde uno puede estar un rato sin que nadie venga a buscarte. Un rato, ¿eh?

– Una ducha, escuchando el sonido del agua que no es silencio pero es absolutamente relajante.

– Una escapada a la montaña o al campo, si uno puede, es la mejor de las terapias.

 

¿Me cuentas tu truco?

 

Magdalena Grande

Psicóloga General Sanitaria y Terapeuta de pareja en Palma de Mallorca

www.magdalenagrande.com